Los relojes que llevaba el Nil se vendían a 25 pesetas, y los afectados por el salitre, a peso

Ramón Romar Lema

PONTECESO

FOTO VIDAL

Sección «Mi aldea del alma» | José María Romar se desplazaba en bicicleta a las ferias de la zona para realizar arreglos y recibir encargos de los clientes

23 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi tío Ramón fue el fundador de una estirpe de relojeros. Instaló la primera relojería sobre 1926 en una casa que había construido su tío segundo, Pepe Romar Castiñeira, al regreso de Brasil. Solo funcionó unos diez años, ya que murió en 1937, a los 27 años. Después de su aprendizaje en Torelo y Carballo, la reabrió mi hermano José María en 1943, y más tarde se trasladó a Ribadobao. Por último, en 1969 su hijo Alfonso la trasladó a Ponteceso, donde actualmente la regenta su hija Cristina.

A pesar de su prematura muerte, Ramón hizo varias compras procedentes de un barco que fue a pique en A Costa da Morte. No sabemos exactamente cuál, pero tuvo que ser el Nil, varado en la playa de Arou el 10 de octubre de 1927. La mercancía que llevaba era de lujo: automóviles, telas de seda, perfumería, champán... A pesar de los esfuerzos del capitán por salvar el barco y su mercancía fue rodeado, por tierra y mar, para recoger lo que el océano echaba fuera y terminó siendo saqueado. Las autoridades retiraron la que quedó a bordo y se llevó a la Aduana de Camariñas, junto con lo que requisaron a los vecinos. Más tarde fue subastada.

A mi tío le llegaron muchos relojes de pared a lo largo de varios años, ya que, por temor a las autoridades, alguna mercancía pasaba años escondida. Como estaban afectados por el salitre, a los que le veía arreglo los pagaba a 25 pesetas, y los otros, al peso. También compró un sillón, una mesa de oficina y dos figuras de bronce que debían de estar en el puesto de mando del capitán, y tuvieron que ser sacados de un barco varado por gente muy bien organizada. Flotando no llegaron a la playa. Tampoco sabemos cómo llegaron a Fornelos, pero tuvo que ser en caballerías y de noche.

ARCHIVO DE RAMÓN ROMAR

El sillón es giratorio, cosa que le vino muy bien a él y a mi hermano, ambos con problemas de movilidad. Tiene un escudo en el respaldo con cinco estrellas y la palabra «union». En el centro de la base tiene un hueco por el que pasaba un gancho (también existe) para anclarlo al barco y evitar que se desplazara, lo mismo que las figuras para estar colgadas. La mesa todavía sigue en el taller de relojería.

José María transmitía alegría, tenía mucha personalidad, un gran don de gentes y sinfín de amigos. Sus problemas físicos nunca fueron impedimento para sus proyectos, como cuando su hijo se trasladó a Ponteceso, no tuvo problema en dejar la relojería, para dedicarse a otros negocios.

A pesar de su minusvalía era un gran experto con la bicicleta, tanto para andar por senderos como para arreglar pinchazos. La primera se la compraron cuando tenía 9 años, en 1935, el año que se hizo la carretera Fornelos-Castrelo.

Tenía una caseta en el campo de la feria de Baio, a donde se desplazaba en su bicicleta, con una caja con los relojes que había recogido en la feria anterior para arreglar, piezas de recambio, herramientas, relojes nuevos o usados para vender y una manta con pendientes, sortijas, medallas o cadenas. Sujetaba la caja y una bolsa con la fiambrera de la comida al portaequipajes, y a pedalear. Allí entregaba los arreglados y recogía los que no podía arreglar en el momento. Eran relojes de pulsera y bolsillo. Los de pared iba a arreglarlos a domicilio, desplazándose en caballería. En el presupuesto estaba incluida la comida.

ARCHIVO DE RAMÓN ROMAR

En los años cincuenta compro una moto Guzzi de 75 CC y, como estaba motorizado, se hizo con otra caseta en la feria de Baíñas, a donde iba por Vimianzo con todo su equipaje. De lo trasteados que llegaban, no sé si alguno tendría que volver al taller. Luego compró una Derbi C-14.659, y alquiló un espacio en A Ponte do Porto. Por último, Laxe. Las ferias eran en domingo y prácticamente los tenía todos ocupados, con lo cual venía trabajando los 365 días del año.

El salto al automóvil se produjo sobre 1960, cuando compró un Chrysler, muy antiguo, matrícula PO-5.265, de tres marchas y un consumo de 20 litros por 100 km.