Shakespeare, galgos y compañía

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Juan Rodriguez Santiago, propietario de la librería y espacio cultural Galgo Azul (Gramela, 16).
Juan Rodriguez Santiago, propietario de la librería y espacio cultural Galgo Azul (Gramela, 16). Y.G.

¿Es posible hacer reír a los niños mientras cuentas que en Hamlet muere hasta el apuntador? Es posible

13 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocurre a veces que un plan organizado sin pensar demasiado se convierte en la idea más feliz de la semana. Ocurre que, acostumbrados a vivir entre las cuatro manzanas que van de tu casa al súper, al cole, a la plaza más próxima, te pasa como a muchos políticos: hablas de la ciudad como si acabara en los Cantones. Ir al otro barrio debería ser obligado, pero como a San Andrés de Teixido, preferentemente de vivos.

Este fin de semana apareció una obra de teatro para familias, Os contos de Shakespeare, en un lugar llamado Galgo Azul Espazo Cultural, en la avenida Gramela, que nunca había oído nombrar. En dos minutos organizamos plan para una tarde lluviosa de sábado con retaco y sobrina. Cuatro paradas de buses y dos calles después, apareció. Libros, cafés, butacas del Cine Chaplin («ahí vi Titanic», decía una chica al salir), y hasta un compartimento de tren. Entre los autores más conocidos se cuelan letras diversas, escritas en los márgenes de lo convencional, que se venden más, cuentan. Con una sección infantil para quedarse a vivir, tras las cortinas se abre el escenario que ha soñado Juan Rodríguez, uno de los creadores de Caramuxo Teatro. ¿Es posible hacer reír a los niños mientras cuentas que en Hamlet muere hasta el apuntador? Es posible. Explica Juan que es vecino de la zona, y que siempre había querido abrir un lugar así, que ayudase a dinamizar un barrio que no deja de estar estigmatizado, y en el que tal vez esperas menos un proyecto así. Y la gente, cuenta, responde a sus propuestas y a las actividades que han empezado a organizar también con los comercios de la zona. Una prueba más de que la cultura crea comunidad. Los niños, claro, quieren volver. Benditos libros. Benditos barrios.