Psicología en el vertedero

SOCIEDAD

En el paraíso del «resort» hay quien rebusca en la basura para vivir. Lorena trabaja para esa cara B de la República Dominicana

14 dic 2009 . Actualizado a las 23:18 h.

De Santiago a Santiago, con sus similitudes y sus diferencias. En Compostela Lorena Leiro se inició en el mundo del voluntariado dentro de un programa muy vinculado a sus estudios de Psicología. Acompañaba a los internos del hospital psiquiátrico de Conxo en sus salidas al exterior para desconectar del ambiente de ese centro. «Íbamos a exposiciones en la zona vieja, a tomar café o pasábamos la tarde rebuscando en las librerías», cuenta. En otro Santiago, el De los Caballeros, en la República Dominicana, otros rebuscan, pero en los vertederos. «Los llaman los buzos, viven de recoger la basura y reciclarla», cuenta ahora desde allí.

En uno de los paraísos turísticos del planeta, Lorena está descubriendo la cooperación internacional y que este país no es como sale por televisión: «Salta a la vista que hay muy poca gente que tiene mucho, y otra mucha que no tiene nada». «Y su población -añade- no cree que nada vaya a cambiar, cuando las cosas van mal se suele decir "estamos en Dominicana", y esta mentalidad tiene que cambiar».

Hay varias maneras de hacerlo. Ella participa en dos que tal vez lo logren. La primera, amparada por la Xunta, persigue convertir en otro lugar el barrio de Santa Lucía de Santiago de los Caballeros. La segunda, en Santo Domingo, es a través de un programa cultural.

Con más de 500 familias

El primero es un trabajo amplio que se centra en dotar de agua a 489 familias y realojar a otras 52 de riesgo; en disminuir la incidencia de enfermedades; en facilitar formación de la población civil; y en mejorar las condiciones de acceso al empleo de los buzos. «Es decir, que aquella persona que desee continuar su trabajo como reciclador en el vertedero lo haga de manera digna y, por otra parte, ofrecer alternativas de formación y reinserción laboral a quien esté interesado», explica Lorena, ahora más implicada en el aspecto de la salud preventiva organizando información clínica para las familias del barrio, prestando apoyo psicológico...

Hay cosas que ya van mudando en el año que lleva la iniciativa en marcha. «Esperamos que en poco tiempo los vecinos del barrio de al lado del vertedero puedan disponer de agua en sus casas», cuenta la arousana. Y también se van cambiando hábitos: «Antes comían en el vertedero y, ahora, gracias al programa, se van dando cuenta poco a poco de que la higiene es necesaria para aumentar su calidad de vida».

El trabajo en la vertiente cultural tiene más que ver con la propia psicología. Participa Lorena en un plan de desarrollo cuya filosofía es que, «si las personas no se sienten identificadas con su comunidad, con su propia cultura, con sus tradiciones, no se van a esforzar en que esa comunidad se desarrolle, y en cambio favorecerán la incursión de culturas foráneas».

Antes, además de Conxo, ya tuvo oportunidad de probarse en Vilagarcía, en un centro de rehabilitación de enfermos mentales, y en Santiago, con menores de familias marginales. En esta primera salida al exterior, todo es nuevo. «Sentí que era el momento. Estaba viviendo con gente que trabajaba fuera y me gustó la idea. Además, me he encontrado con personas de las que estoy aprendiendo que para ser una buena psicóloga es necesario conocerse a una misma antes, es una buena manera para llegar mejor a la persona y ayudarla».

El ordenador y el terreno

Para llegar hasta donde está ahora hubo que adaptarse previamente. «Antes, yo trabajaba como psicóloga, y la mayoría del trabajo se desarrolla con personas. No tenía experiencia práctica en cooperación, así que fue un reto personal adaptarme a la metodología y a pasar tantas horas delante del ordenador». Una cierta burocracia que, admite, es necesaria. «Echas en falta muchas veces pasar más tiempo en el barrio de Santa Lucía y con las comunidades locales porque aprendes muchísimo escuchándolos, pero comprendes la gran importancia que tiene el trabajo de planificación».

Por lo pronto, dice, estar en el sur le ha permitido calibrar las cosas importantes de la vida. «No hay que venir a darles lo que necesitan, sino a que aprendan a hacerlo por sí solos. Lo importante -concluye- no es que nos quedemos aquí, sino que ellos sean capaces de seguir adelante con el desarrollo de su país». Más allá del resort.